La administración electrónica ha propiciado en España un descontento generalizado.
Funcionarios muy trabajadores que antes asesoraban y orientaban al ciudadano, ahora se les interpone una máquina, y los funcionarios que eran poco trabajadores, algunos ahora lo son menos.
Y lo más grave, los asuntos no siempre se resuelven antes, y en algunos casos las webs  de los organismos públicos y empresas privadas (telefonía, suministros y banca) están blindadas.  El ciudadano se desespera.